En una clara mañana del mes de abril, cuando la noche estaba resistiéndose a los primeros destellos del sol que tardaría aun a asomarse por el horizonte despejado, me encontré, en un prado de hierba segada empapada de rocío, a una hermosa y fornida pareja de corzos (capreolus capreolus).
A pesar de la escasa luz, y de mi inexperiencia (o no) con la fotografía, decidí aprovechar su cercanía para hacerles las fotos que pudiera hasta que desaparecieran de mi objetivo.
y éste fue el resultado:
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